Rascale...

23/5/11

REGULARIDAD

-15 para las 8; tomaba un vaso de agua, hacía tiempo que había mandado a un montón de “amigos” a la mierda, una pastilla de LEXOTAN como tranquilizante, miraba desde mi ventana un tanto nervioso y con regularidad la actividad de los vecinos, había días en los que no dormía y esperaba al tipo del diario, 5:00 a.m. normalmente lo recibía, hojeaba un poco, tal vez escribía, pero lo más importante pensaba, imaginaba y me perdía en una película que creaba a partir de los sonidos e imágenes que acontecían a mi alrededor, ponía una música al vuelo de las aves, una canción a una escena desarrollada por una pareja en la calle, besaba de manera cotidiana la sensación de los transeúntes, violaba sin mala intención su privacidad, me parecía que era un DIOS en potencia, de alguna manera bizarra generaba historias a mi gusto, desechando por supuesto las cosas que aborrecía, un ejemplo claro era como trataba siempre de influir en las decisiones de vecinos, conocidos o amigos, realmente era un tema aparte, el gato me susurraba al oído en ocasiones como comportarme o que decirle de manera asertiva a las personas.

Esa noche tratando de conseguir remedios caseros y conjuros, me perdí y consultando algunas páginas en la red di con el CV de un viejo amigo de la universidad, en realidad no recordaba su segundo apellido pero aquella mirada y la cicatriz que lo caracterizó por el apodo que le dieron (el alcancías) eran memorables, se leía; “El exitoso y reconocido Dr. Sanualjes ha sido congratulado por su vasta experiencia e investigación en hipnotismo”, era un ramo de la psicología un tanto olvidado, aparecían algunos teléfonos y un link, una curiosa nota decía en letras casi imperceptibles:

“No hay responsabilidad por parte del Dr. sobre su subconsciente”

Me pareció extraño pero decidí hacer la llamada…

Camino al consultorio me sentí un tanto extraño, tomé la Av. Principal y me dirigí a un bar en el cuál se leían los partidos de octavos de final del torneo uruguayo, pedí una cerveza primero y me quedé sentado en la barra mirando al horizonte, el móvil sonó un par de ocasiones, pero aquél trance era más poderoso, estaba hipnotizado por las curvas y líneas que atrapaban el alma de aquella mesera, sin pensarlo demasiado la llamé hasta mi mesa preguntándole su nombre, no me contestó y apenada me dijo que enseguida llamaría a mi mesero…la música de fondo era una canción conocida, no recordaba su nombre, sin duda era una de tantas de las que mi padre tarareaba y balbuceaba cuando llegaba ebrio a casa y discutía con mamá, faltaba 1hr. para que diera inicio mi consulta, había poca gente en el lugar, a decir verdad sólo éramos 5 personas en total cosa que no me pareció nada extraña, ya que un bar no alberga mucha gente a las 12 del día; me dirigí a la rocola para tratar de leer el nombre de la canción que sonaba sin éxito, pedí un trago más, ron con coca me preguntó el mesero y asenté sin dudar con un guiño, el calor era casi tropical, por la puerta se alcanzaba a ver entre el abrir y cerrar el asfalto que se distorsionaba por el efecto del sol, turbia la escena, me interrumpió el viaje una mano que colocaba el vaso en mis narices…olor a alcohol.

Faltaban 15 para la consulta, comencé a sentirme un tanto nervioso, miré nuevamente a la mesera, me recordaba a alguien, aún no descifraba el rompe cabezas, llevaba ya 5 tragos, la sensación de livianes hacía ya efecto en mi cuerpo, faltando 5 decidí llamarla a mi mesa…

-¿A qué hora termina tu turno?
-Ya terminó, sólo tengo que limpiar algunas mesas y será todo por el día de hoy
-La miré fijamente a su mente, la tomé suavemente de la mano (la apartó rápidamente)
-Disculpe pero no nos dejan tener ningún tipo de contacto con los clientes
-Yo ya he pagado y voy de salida, así que no soy un cliente más (sonreí)
Se dio media vuelta y se fue a cambiar a la parte trasera del bar, decidí esperarla, tardó casi 1 hr., yo esperaba cerca de ahí, para ser preciso en la esquina, había una tienda, la señora que me pregunto por lo que consumiría me recordó a mi abuela, le compre un cigarro, lo encendí y esperé mientras el aire consumía el tabaco de mis pensamientos, me parecía ya haber estado ahí con anterioridad, esperé un poco más y cuando estaba a punto de irme y dejar escapar ese suspiro voraz, al fin salía.
La seguí unos 15 metros, me miró por encima de su hombro y le pregunté su nombre…
-Valeria, me llamo Valeria

Un escalofrío recorrió mi piel, una angustia explotó en mis sentidos de manera extraña, sabía que era ella, era como una imagen acrónica, algo distinto atrapado en mis sentidos, en otro sitio, en una historia ajena pero extrañamente entre lazada, respiré agitado.

La dejé ir unos segundos, suspiros ahogados en un recuerdo sin brazos, se nublo mi vista, una vez más estaba en ese escenario que me permitía ser yo, tenía un miedo inexplicable y un gozo interno indescriptible, parecía que un escarabajo caminaba en mis oídos mientras mi cabeza retumbaba como si un enjambre de abejas habitara en mi cráneo, seguí tu olor nuevamente y te alcancé, Valeria… repetí, mucho gusto Valeria, yo soy Humberto, Humberto Rivas, disculpa que te siga, pero quedé intrigado, a decir verdad un tanto impactado por tu belleza, pero también por tu parecido físico con una persona que no veía hace mucho tiempo, espero no molestarte si te acompaño a casa, ella me miró un tanto animada; no te preocupes, a mi casa no, pero acompañarme al metro, está a unas cuadras de aquí, la seguí pensativo, era hermosa, tenía unas piernas largas, una cabellera oscura y una piel muy blanca, sus ojos color miel le daban una sensación de anestesia al cuerpo que afectaba en mi caminar, llegamos al metro, me sonrío y me agradeció por haberla acompañado, le di un abrazo, algo espontaneo, la besé y sin decir nada la jalé hacia la entrada tomando su mano fuertemente. No hablamos por un par de minutos, se escuchó la sirena del metro que estaba por arrancar, la gente me miraba de forma extraña, dejamos que todos subieran y se apretujaran en los vagones, murmuraran e insultaran, el calor era terrible, asfixiaba el olor de la goma de las llantas, un olor a suciedad citadina invadía el ambiente, una gota de sudor recorrió mi frente, se deslizó desde el centro de mi cabeza, y cayó en la punta de mi nariz, uno tipos gritaban, otros golpeaban el vagón para que arrancara y todo esto mientras nos mirábamos a los ojos directamente, mi vista periférica alcanzó a captar a un sujeto que lascivamente miraba las nalgas de mi acompañante… una melodía popular sonaba de fondo y desaparecía mezclándose con el sonido de las puertas del metro cerrándose, algunas pisada que corrían apresuradas para tratar de irse en ese viaje y el violento arrancar del mismo.

Mientras el color anaranjado del vagón servía de escenario y se barría como en la toma de una fotografía nuestros cuerpos se fundían en un beso, estábamos haciendo el amor con los labios mientras el viento levantaba su falda hasta sus muslos y el reloj marcaba las 19:38 p.m.

Al final la acompañe hasta su casa, era en un barrio conocido, todo muy iluminado pero solitario, con un ambiente lúgubre diría yo, parecía incluso haber un poco de niebla en las calles y una lluvia tenue comenzó a mojar mis párpados, se filtró hasta mi corazón, llegamos hasta las escaleras que daban a la entrada, la lluvia comenzaba a arreciar, la tomé de las manos, me miró tiernamente y me confesó al oído algo que no esperé… me alejé un tanto sorprendido, asustado, solté sus manos y eché a correr lo más rápido que pude a la avenida más cercana, era increíble, pretendía no haberlo escuchado, mis piernas ardían y se movían por si solas, pareciera que mi tronco estaba suspendido, la lluvia arrogante empapaba mi cara y las lágrimas se confundían con el agua, el cabello empapado no me dejaba buena visibilidad, cruce las calles sin parar, llegué a la estación más cercana y me dispuse a entrar de manera agitada, de regreso a casa ya en el vagón, algunos regresaban ebrios de alguna fiesta, otros inhalaban “mona” y cargaban a su santo, otros cargaban culpas y otros solo estaban, hervía mí ser, la cabeza me daba vueltas, el movimiento del metro sacudía mis ideas, anunciaban las estaciones mientras mira fijamente en el suelo un chicle masticado con la huella marcada de un tenis, la mirada perdida, mal olor, calor insoportable, ya casi llegaba, quedé pensativo, me levanté del asiento, una pareja se besaba sin pudor en el último asiento del vagón, un par de hombres se tocaban el pene mientras coqueteaban entre ellos, me recargué en la ventana de la puerta, el reflejo de mi perfil me vigilaba, luces, autos, edificios, funerarias, prostíbulos y putas en las esquinas, baje en la estación que correspondía, camine lentamente entre un aire frío y sombrío, camine por las escaleras de salida, parecían interminables, piernas cansadas, el cuerpo me pesaba, pase por una cerveza a la tienda de la esquina, saque las llaves de mi bolsa derecha del pantalón, tenía esa extraña sensación de que alguien me seguía desde casa de Valeria, no había volteado por temor, sentí una respiración muy cerca del hombro, apresuré el paso, nerviosamente traté de introducir las llaves en la cerradura sin éxito, la paranoia crecía, cayeron al suelo, las levanté torpemente, al fin metí la llave y gire lo más rápido que pude y de un aventón cerré la puerta y mire mi reflejo en el cristal de la misma, no había nadie, pulsé el botón del elevador y esperé mirando el indicador de piso a que iluminara el PB, abrió y cruce la mirada con un tipo que nunca había visto en el edificio, comenzaba a llover y ya eran más de las 22 hrs., abrí el depto., todo estaba en calma, tranquilo, oscuro, no era una oscuridad normal, había algo raro en el ambiente, sonidos extraños, tal vez el mal viaje que había ocurrido, me senté en la sala, encendí un cigarrillo y mi lap top para tratar de terminar el reporte que me habían solicitado en el trabajo, después de 2 caladas me dio un mareo, caminé hasta el refrigerador y metí la cerveza que acababa de comprar, tomé una lata de ron preparado, no eran mis favoritas pero me refrescó, comencé a llenar las fórmulas, el Excel no daba, no estaba concentrado, apagué la lap, encendí el televisor mientras los grillos a la distancia bailaban, platicaban entre ellos, tocaron a la puerta, decidí no abrir, insistieron, insistieron con dolo, patearon la puerta, me daba igual, no quería verlos, se fue el cable, la tele a negros, di otro sorbo a la mezcla y la terminé, fui por la cerveza, mientras recorría el techo de la habitación con la vista se detuvo en una araña que colgaba de una de las esquinas y se retorcía mientras envolvía a la mosca ya inerte en un capullo de tela… tomé una revista vieja, chismes de farándula absurdos, sonó el teléfono, dejé que la máquina contestara….silencio, se escuchaba una respiración en la grabación, no le tomé mayor importancia, subí las escaleras, entre al baño y refresqué mi rostro en repetidas ocasiones, el calor era molesto, escurrían las gotas de sudor por mi nuca sin parar, abrí el estante que simulaba un espejo, tomé un par de pastillas para el dolor de cabeza, descendí, me senté de nuevo en la sala, todo estaba muy callado, repasé los momentos acontecidos hace unas horas, no parecía que fuera posible, no era ella, pasaron alrededor de 30 min. Me quedé dormido sin sentirlo, sostenía la cerveza en la mano izquierda, la derecha sostenía mi quijada chueca, los ojos se habían cerrado sin saber, me despertó el ruido del envase estrellándose en el suelo, brincaron los pedazos por todo el piso y se formo una figura extraña con las sobras del líquido, entre sueños y todavía adormilado escuche a lo lejos la tubería de la casa, ya eran más de las 2 hrs. del siguiente día, el agua parecía recorrer toda la pared, el papel tapiz parecía desprenderse de a poco, mis ojos estaban pesados, ardían, tenía la sensación de arena en ellos, casi no los podía mantener abiertos, encendí la luz y me cegaron los reflejos en los pedazos de vidrio, la pagué de nuevo, caminé un poco y casi tropiezo con el escalón que da acceso a la sala, seguía escuchando a lo lejos ese ruido de cañería, entre más me acercaba a la pared me daba cuenta de cómo los sonidos cambiaban, apenas podía sostenerme en pie y una sensación de abandono entró en mi cuerpo, no podía sostener los ojos abiertos, de pronto un escalofrío recorrió mi espalda, se fue la luz y estaba ahí, la ventana permitía entrar algunas luces de los faros de los autos que pasaban por la calle, el sonido de cañería se había transformado en tambores, comenzaron a ser intensos, rítmicos, me confundí, me dio miedo, ansiedad, traté de acercarme a la pared y poner mi oído lo más cercano y apretado a la pared, los tambores seguían, algunos lamentos a manera de cántico comenzaron a mezclarse, mientras más escuchaba mas fuertes eran los tambores, me retiré asustado, tu recuerdo me lleno la memoria hasta ahogarla, en medio de la oscuridad caí desplomado cerca de uno de los sillones de la sala, todavía atontado me arrastré por el suelo hasta poder sentarme, inmediatamente la sensación de que me miraban se hizo presente, traté de gritar y esa fuerza y sonido se ahogaron en mi pecho mientras derramaba de mi boca desesperación, el olor de la habitación cambió, levanté la vista y en el pequeño espacio que quedaba entre el respaldo de la sala y mi espalda pude sentir como se hundía poco a poco mientras se intensificaban los tambores que imitaban un ritual estilo vudú, sude frío y me quedé petrificado, los hombros los sentí pesados, claramente alguien o algo estaba ahí acompañándome.
Estiré mi mano temblorosa a la mesa de la sala tratando de palpar algo sólido, me detuvo una voz que me dijo, me perteneces, no lo intentes, se que puedes pensar que esto es un sueño pero no es así, no te hables a ti mismo queriendo desvanecer las sensaciones o despertar, esto es real y hoy es el día en el que morirás, respiraba con dificultad, la voz que no se identificó pero presentía era un ente oscuro, el diablo e inclusive la muerte misma mencionó; se que no crees que esto sea verdad, no te preocupes, yo no doy pruebas generalmente pero haré una excepción contigo, ya sé que quieres correr y salir de esta casa, pero no puedes, mira… cuando cuente hasta 3 te quedarás inmóvil, sin fuerza y no podrás hacer nada aunque te esfuerces, 1…2…3, en ese momento mi mente se desenchufó, me perdí en un tipo de nirvana, todo mi ser se había vertido en el espacio, ya no era, no podía tener control sobre aquél cuerpo que miraba desde otro plano, la voz me indicó, ahora cuando haga un chasquido con mis dedos regresarás a esa habitación y será tú, te podrás mover, tendrás control una vez más, un chasquido retumbó en mi ser, dolió y con la sensación misma de haber recibido una paliza me moví de a poco, hasta que recuperé la conciencia, la voz me susurraba en el oído; hoy te vas a morir, he venido por ti, no puse resistencia pero le pedí que me dejara despedir de mis seres queridos, en ese momento me calló súbitamente y me comentó que eso era imposible, ya no podrás despedirte de tus amigos, tus papás, tus hermanos, olvídalo, de nadie, voltea a ver en donde estás, reprochó, empecé a recorrer la habitación con la vista, si efectivamente Humberto, esta es la sala del departamento donde viviste de niño, es la misma, mira las cortinas, las sillas del comedor, los retratos, las flores que tu mamá solía poner en esa mesa, la melancolía me devoró las entrañas por 5 segundos, me quedé sin habla, aquí puedes ver el cuarto en donde dormías con tu hermano, las literas, puedes ver a través de las paredes, no tengas miedo, el baño donde te rompiste los dientes, la silla de tu abuela, lloraba por dentro pero el miedo tapaba mis intenciones, no hay salida, has desperdiciado la vida, los momentos que se te dieron, es hora de irnos, miré hacía la ventana, una montaña enorme y frondosa casi tocaba las paredes, una tormenta eléctrica dejaba ver los árboles y los caminos entre la oscuridad, veredas, a la distancia, se veía la luna, me levanté lentamente del sillón, nada me detuvo, me acerqué hasta la ventana, rompí de un golpe el cristal, mientras me sangraba la mano y escurría por mis piernas y mis pies la lluvia mojaba mi marchito rostro, me sentía vivo, tomé aire y con todas las fuerzas que un condenado puede tener grite, un grito desesperado y liberador, la luna volteo, los árboles me miraron y el agua arreció, al fondo pero no muy lejos las montañas cubrían un cañón que llevaba un camino hacía el fondo de la montaña, un barranco guardaba los secretos de muchas vidas, sin pensarlo salté al vacío, para mi sorpresa caí en agua salada, el mar oscuro y poderoso me mecía entre su espuma y me arrojaba hasta la orilla, me incorporé, la presencia me habló nuevamente, me dijo tajante, tienes una oportunidad, me señaló un frasco y con un tono burlón me dijo; ¿sabes qué es esto?, le contesté un frasco, no, no es un frasco, es tu salida, me explicó que para detener mi partida tenía que llenarlo hasta la medida marcada con semen, si lo logras te salvas y podrás disfrutar lo que despreciaste, si fallas y no lo llenas morirás, es la vida misma, el origen, me quedé callado y pensé, no parece complicado y no pierdo nada al intentar, todo palideció, un destello de luz que me hizo sentir como si flotara cegó mis ojos, desperté aturdido y en la mano sostenía el recipiente lleno hasta la medida indicada, la felicidad y paz que sentí fue inmensa, la voz se hizo presente, me arrebató el bote y me dijo; fallaste, está fuera de la marca, lo miré enojado y sorprendido, le reclamé, lo había llenado, lo había hecho, no le importó y arrojó el recipiente con el semen al suelo, cerca de un árbol, de manera impresionante creció en segundos y comenzaron a caer diversos frutos, los frutos del mundo, rió burlonamente y me dijo, es tiempo de irnos, me aferré a la tierra, me negué, corrí hacía mis primeros recuerdos, regresé a mi esencia, grité y reí como si estuviera loco, memoricé mis deseos, recordé en un segundo mis mejores momentos en la mente, pedí perdón a los que dañé, abrace a mi familia y a mis padres sin tabús, fui yo…
Un chasquido me hizo despertar bañado en sudor y lágrimas, estaba tirado en un piso blanco y frío, casi convulsionando, como una reacción involuntaria abracé al Doctor en ese momento, lo miré y me extendió un pañuelo desechable mientras me repetía nerviosamente, ¡estás aquí, estás aquí, regresa, regresa¡, di un giro rápido, el destello estaba ahí, lo tomé sin pensarlo y con decisión y sin dudar lo enterré, corría de a poco por sus órbitas un antifaz tinto, observaba mi reflejo en el vidrio que cubría del polvo un viejo diploma obtenido por el Doctor en el extranjero, pensé en la frase de su anuncio “No hay responsabilidad por parte del Dr. sobre su subconsciente” mientras lo balbuceaba y mis ojos estaban desorbitados, allí estaba ella otra vez…

JMR

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