Rascale...

25/5/11

La Casa...

Me detuve frente al número 177 de la Av. La Plata, estacioné a la vuelta y baje cuidadosamente, eché un vistazo a los alrededores, era temprano para un domingo, no había mucho movimiento se respiraba un olor a frescura, un poco a hierba y otro tanto a melancolía, hacía frío y una que otra persona pasaban con bolsas de mandado, traté de que nadie me viera, la puerta de la unidad en donde se encontraba el 203 estaba abierta.
 
 Reconocía el lugar, hace años llevaba mis anhelos por esos lugares a crecer, alguna vez por ahí, por esos rumbos creí que viviría algo nunca vivido y así fue.

Algunos niños se encontraban en el patio de la unidad corriendo, jugando, daban algunos gritos, uno de ellos corrió hacia mí y viéndome de arriba abajo me preguntó…

¿Qué haces aquí?
No supe contestar
¿Qué buscas?

Lo mire con odio y solo seguí de largo, algunos perros callejeros ladraron al verme pasar.
Su edificio era el más próximo, estaba estacionado el automóvil de su familia, no se veía movimiento, la puerta del edificio “B” estaba bajo llave, saqué hábilmente de mi bolsa trasera unas pequeñas pinzas que había diseñado con fines mecánicos pero que indudablemente se podían utilizar para muchas otras cosas como en esta ocasión, alguna vecina metiche me miró extrañada, vagamente le sonreí y expresé un “chingue a su madre” entre dientes, me contestó agitando la mano de manera extraña, por fin abrió y subí las escaleras, sigiloso, algunos departamentos desprendían olores de comida, desayuno, otros ruidos distantes de t.v., imaginaba la vida que tenían todos ellos atrás de esas puertas y todo lo que ocultaban también, la zona no era muy bonita, de hecho era más bien fea y peligrosa, alguna puerta se abría y se cerraba, eco en las escaleras, uno que otro grito, me detuve frente a su puerta, nervioso y agitado contemple y repasé en la mente lo que había que hacer.

Pasaron algunos minutos y me quedé observando el piso siguiente a través del cubo del edificio, arriba y abajo, no parecía haber movimiento, saqué nuevamente las pinzas, sudaba frío y trataba de concentrarme mientras las catarinas subían por mis dedos desnudos, fríos y azulados, mi respiración se hacía cada vez más controlada, ya no temblaba tanto, en mi mente le llevaba un gran ramo de flores, en mi realidad le llevaba una sorpresa.
Parecía no haber nadie, se escuchaba todo muy tranquilo, las pinzas no estaban funcionando, regresé al nerviosismo, me sudaron las manos y torpemente cayeron de ellas, el sonido fue ensordecedor y se detuvo el tiempo un par de segundos, apreté la mandíbula esperando que no hubiera escuchado nadie, en realidad el sonido había sido mínimo, yo lo había sentido exagerado, estaba en un dilema, no sabía como entrar ahora, súbitamente se escucho una tos y me retiré rápidamente de la puerta, subí un piso más y se abrió la puerta, una señora como de 60 años con bata aún salió, despeinada y adormilada cargando dos bolsas de basura, dejando la puerta entre abierta, bajó las escaleras mientras el grito del basurero se escuchaba en la calle y algunas palomas asustadas alzaban el vuelo perdiéndose a la distancia.

Entré rápidamente y de puntitas al departamento que albergaba un olor a “sueño”, se escuchaba el zumbido del refrigerador, algún ronquido y una t.v. encendida. Cauteloso, esperé detrás de la puerta de entrada a que regresara la llave que me había dejado pasar. Tardó 5 minutos, se escuchaba su voz a la distancia, parecía platicar con alguien, tal vez una vecina, no lo sé.

Las catarinas ya estaban en mis muslos, mi piel de ser color carne se tornó azulosa y después rojiza, se alimentaban de mí, y yo de ellas en muchas ocasiones, dejaba que comieran.

Se acercaba, subía las escaleras y los pasos eran más intensos, algo mencionaba para si misma, entró y empujó la puerta, cuando la estaba cerrando la tomé por detrás y sin piedad deslicé la hoja afilada y llena de ira sobre su cuello, la misma que empuñaba con mi corazón desde el comienzo, todo esto tomando en cuenta el ruido que podía hacer, el cual calculé sería mínimo, cayeron las gotas de verdad sobre el piso blanco y viejo, percudido, dejé que el cuerpo inerte que presentaba uno que otro pequeño espasmo reposara en el piso frío haciendo rápidamente un charco de sangre que formaba figuras diferentes, recuerdo que se dibujaba perfectamente un nomo que parecía bailar, me aseguré de que estuviera muerta y enterré nuevamente el cuchillo en el corazón en repetidas ocasiones, una mueca difícil de explicar se dibujaba en mi arrugado rostro, lentamente contemplé mi acción culminada y dejé que las catarinas acabaran de alimentarse, seguí por el comedor y la pequeña sala qué, se encontraban prácticamente juntas, entré a la cocina y me serví un vaso de agua, lo tome de un solo trago lo que causó una agitación en mi respirar.

Vi mi reflejo en un vidrio lleno de grasa que estaba cuarteado en el marco de la vieja cocina, calculo que los departamentos tendrían no menos de 40 años, salí de la cocina y seguí hasta el baño, era realmente pequeño, había algunos cepillos de dientes, un jabón casi terminado con cabellos, goteaba la llave y tenía sarro en ella, el cancel del baño era viejo, con grecas, hongos en las orillas, azulejo verdoso, shampoo, estropajo y cremas de baño adornaban la postal, un desodorante y un pequeño bote de basura se mantenían vigilantes. Salí de ahí no sin esculcar algunos cajones, pasta de dientes, jabones, pastillas, etc.

En el siguiente cuarto se encontraba todo en silencio, estaba ahí dormido un viejo, canoso, parecía de unos 65 años, roncaba suavemente, una t.v. cuidaba su sueño, un espejo y algunos cajones adornaban su entorno, estaba durmiendo de costado, despedía un olor a alcohol, algunas botellas vacías asomaban debajo de cama, los pies los tenía descubiertos y llenos de grietas, me acerque suavemente hasta donde estaba, me acosté justo atrás, lo abracé tiernamente y le susurré al oído…te comprendo, no hay por que matarse lentamente, yo te amo como deseaste que alguien lo hiciera en tu vida, no te miento, de manera tierna lo acuchillé por la espalda, pareció no importarle, sabía ya había muerto hace muchos años, parecía haberme estado esperando, no grito, no dijo nada, no hubo expresión alguna, lentamente se tiñó de rojo la colcha vieja y roída que lo acompañaba cuando necesitaba un abrazo, se tornó guinda, se empapó en poco tiempo, dejó de respirar mientras seguía apuñalándolo en el cuello y en la cara, en los riñones, en el hígado, en su espíritu, en su sueño perdido, en su amor cancelado, en su refugio temido, en la muerte de su muerte, en el llanto de su deseo, lo abracé nuevamente y le repetí lo mismo, te amo, tu no tienes la culpa, descansa.

Salí de la habitación con un dejo de tranquilidad, el tipo parecía habérmelo agradecido.
Se escuchaba más movimiento en la calle, gente saliendo y música sonando, olores a cocina, olores de colores irracionales, mentiras y sentimientos en el aire, seguía mi recorrido.

Se abrió otra puerta, me vi sorprendido cuando una pequeña corrió hacía mis brazos eufórica y me pidió en su lenguaje prematuro la sacara al parque y balbuceó la palabra papá, sonreí un poco y la tome en brazos, su sonrisa tierna se torno en dolor y seriedad, el semblante cambió repentinamente, como una pequeña máquina cuando se acaba su batería, se apagó su vida, al momento de tomarla en mis brazos le enterré el cuchillo a ella también, seguramente por su tamaño el daño fue mayor y di en algún órgano vital, ya que no le dio tiempo ni de llorar, su pequeño mameluco rosa se tornaba tinto, era mejor para ella pensaba mientras la seguía apuñalando, le susurraba al oído, no tendrás que perder tu inocencia, la gente es mala, también te amo, es mejor así, seguido de este acto una voz de mujer (calculo tendría unos 33 años) la llamó por su nombre, ¡Belleza! ¡Belleza! Te he dicho que no te salgas del cuarto, tengo sueño todavía, la mujer estaba enojada, se veía rara, salió de la habitación apresurada, se tropezó al doblarse unas de sus pantuflas, era obesa, sin gracia, cayo de rodillas y retumbó el edificio, quedó a mis pies, sus lentes cayeron, los pisé con odio y me miró asustada, parecía que gritaría, se quedó callada, me miró nuevamente alejada del lugar, su mente vagaba, parecía no saber que ocurría, miró a su hija, inerte, fría, tan bella, tan pacífica, unas lágrimas rodaron sin control por sus mejillas, pero no articulaba palabra, le sonreí, le di la mano y la ayude a pararse, la puse de pie, le tome por el cabello enmarañado, la acerqué violentamente a mí y le susurré también algunas cosas...

¿Has visto las flores últimamente, la guerra, la tierra, fabuloso no? ¿Qué me dices?

Llegó el momento en que pensé era muda, ya di qué rezas ¡O felicidad renacerá! ¡O felicidad acabará!

Y será lo mejor…

No me dijo nada, no se movió, la bese apasionadamente en la boca, en el cuello, en el alma, lamí sus senos, le toque las nalgas, su sexo, frote mi cara en sus deseos, pareció agradarle extrañamente, cuando se veía más confiada y caliente le enterré mi cuchillo brillante y afilado, fiel, fabriqué una escena, el teatro sin público y lo mismo, guerra, flores en el jardín, aromas dulces combinados con sangre, con emoción, valoraba ahora el amor, una caricia, no lo sé, y ella no lo sabrá tampoco.
Quedaba la ultima habitación, no había ruido, algunas prendas en el suelo, olía el cuarto a encierro, desesperación, a tristeza mezclada con esperanza, a viaje próximo, a suerte, a odio, a un amor flaco y plástico, a un uso desmedido de la mentira, retrospección burda, sin sentido, egoísmo concentrado, ansiedad de salir, ese olor era el indicado, lo reconocía, parecía que era ella, era la habitación, después de tantos años había regresado.

Me acerqué con amor, añoranza, reconocí su cabello negro, enmarañado, alocado, el olor de su piel, de su cuerpo, era inolvidable, su pasión, el aroma de su sexo dormido, sus figuras, era ella, sus manos, la pasión de dos amantes que se re encuentran, las ideas, las risas, un retroceso me pegó violentamente en el subconsciente, la amaba aún, la sentía tan cerca como si el tiempo no pasara, como si el amor no acabara, como si yo fuera ella y ella yo, todo este tiempo, su voz, el sonido de su risa, sus expresiones, su forma de ser, de caminar, de moverse incluso, sus gestos, todo regresaba y el alma se llenaba de regocijo sin parar, se inflamaba el pecho de sentir, la adrenalina subía, estaba vivo, me acerqué lentamente, con lágrimas en los ojos, con ternura desmedida le bese una mejilla, toque suavemente y casi imperceptiblemente su cuerpo, mi mente se llenaba de recuerdos, me sentía vivo, sonreía nuevamente, no se separaría de mi nuevamente, no me dejaría en este lugar oscuro vagando nuevamente, temblando, sin fuerza, estábamos otra vez ahí, lo habíamos logrado, lo había logrado, despertó, me vio de manera rara, como alguien que ve una visión, algo poco creíble, le entregué las flores que llevaba en mi mente, sus favoritas, me miró extrañada, le susurre al oído…

Te amo, te amo mucho, ya no estaremos separados nunca y enterré con todo mi amor el cuchillo que me aseguraría lo que le acababa de mencionar. 

JMR

No hay comentarios:

Publicar un comentario